martes, 21 de abril de 2009

El lenguaje secreto de Richy Roosa.

Si todas las formas de arte asignan uno a un efecto, es racional considerar que el ejecutante tiene una implicación clara en esta transferencia. Aunque las habilidades pueden estar presentes, requieren permitir más el intercambio inherente. Aunque el talento pueda permitir que uno ejecute una tarea bien, la evocación del inconsciente, en un observador o un oyente, hace necesario golpear ligeramente más allá de talento y de habilidades simples. La poesía, la música y el arte no siguen ninguna regla de la precolocación cuando la creatividad engulle a uno poseído por lo instantáneo. Evaluando el fenómeno de cualquier modo, un tratamiento o rasgo enseñado para mantener un enfoque organizado, ninguno posee tanta resistencia resuelta como concepto, como el mundo de la abstracción. Esta noción ha sido una elemento fundamental en la filosofía de Jean Claude Garoute (Tiga), mi padre: “Fais del tu del que del ce de los sais del Si tu, pas de los crées del ne del tu” expresión que traduciré como: “Si usted es consciente de qué está haciendo, usted está lejos de crear”

El crear en su sentido exacto no obedece ninguna doctrina de la precolocación y no sigue ningún sendero previo. Cuando uno está sumergido completamente en el arte de crear uno abre un pasadizo, un acceso directo, a la psique interna. Todo es nuevo. No se repite nada. La libertad alcanzada es ilimitada. Si el arte se piensa en tener un propósito, después debemos convenir que es doble, dual. El gran arte produce a un artista que es su expresión pura, expresión de la libertad revelada. El resultado final, si hay uno en la mente del creador verdadero, es despertar en un observador una base de la reacción simplemente, no tanto qué él o ella ve, pero en lo que permite su propia capacidad, de el o ella. El arte abstracto quita lo representacional de los ojos que buscan qué y cuál es lo rutinario, familiar, lo anticipable, lo predecible.

Cualquier persona que no quiera hacer más que mirar, el “look”, quedara enceguecida, quedándole oculto o negado, el conjunto de posibilidades -todo lo presente y sustancial- pendientes de ser descubiertas.

Una persona que prefiera detenerse brevemente en el encendido repertorio artístico de Richy Roosa innegablemente coincidirá en que: el hombre habla bien. Hay más en este artista que un ser polivalente. Este viaje perceptible con la abstracción se adapta a él perfectamente. En sus piezas subyace como territorio no revelado, un espíritu de la expresión lejos de la alusión de brisas tropicales, de las tonalidades del océano y de cualquier afiliación étnica. Con todo, su arte es mucho auténtico y puro a la fuente-legítima, la suya propia. Esta certeza no es hecha posible por el artista mismo, sino producto de la energía oculta en el arte lo que permite a Richy Roosa no sólo estar, sino cabalgar completamente en el juicio, en torno al verdadero arte abstracto.

El siglo XIX terminó trayendo un nuevo valor al reino de la pintura, la cual era mucho más figurativa en la época anterior. El arte en general fue visto como invitación a representar. No mucho fue hablado del hecho debido a la evidencia. ¿Por qué uno incluso pasaría por el proceso de mirar una pieza u obra artística, si no era para “ver” una imagen? Agradezco la calidad por la alteración en las creencias y miradas de los y las espectadores/as. Con todo, tomó tiempo a los artistas, liberarse de los moldes de la figuración, saltando más allá de lo tradicional, estrellándose con restricciones, para permitir al arte ampliarse. Los inconformistas en la vida, facilitaron su propio despertar permitiéndose a sí mismos experimentar, observando la pintura de modo diferente. El ir más allá de qué ser-ver, en las maneras del arte, superándose en la comunión del arte mutilado, reunificando sus partes y perspectivas.

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